La Tokenización de Todo…

green and black rope

Un interesante artículo en The Atlantic, «The financialization of everything«, describe situaciones novedosas relacionadas con el fenómeno de la tokenización, tales como «tokenizarse a uno mismo» y poner en venta esos tokens vinculados con una serie de usos determinados. En el caso descrito, una persona con un cierto nivel de capital social, vende tokens que dan derecho, por ejemplo, a obtener un retweet suyo, a una conversación con él o a una introducción a una persona de su red, un uso que me parece simplemente espantoso y difícilmente sostenible al eliminar y convertir en rígidamente contractuales todos los posibles matices que yo siempre he entendido que debería incluir ese tipo de actividad social.

Pero más allá del caso específico, el artículo consigue desarrollar una explicación muy razonable del fenómeno de la tokenización: un concepto tan sencillo como tomar cualquier activo, tangible o intangible, fragmentarlo virtualmente en pedacitos, asignar esos pedacitos virtuales de manera unívoca e irreversible a transacciones en una cadena de bloques, y vincularlos con smart contracts que describen el activo y los derechos que otorga su posesión.

A partir de ese mecanismo, razonablemente fácil de entender, podemos hacer pedacitos y vender todo aquello que se nos ocurra. A mi amigo Carlos Domingo, por ejemplo, se le ocurre que ese mecanismo puede servir para comercializar acciones de startups en estadios tempranos de madurez, mucho antes de que salgan a bolsa, algo que puede suponer una democratización del acceso a ese tipo de alternativas de inversión y evitar que sean siempre los grandes inversores, los fondos, los venture capital o los angel investors los que monopolicen la posible rentabilidad obtenida de esas startups, y con esa idea crea Securitize.

La idea de Carlos, además de interesante, suena razonablemente comprensible, porque hablamos de un tipo de inversión convencional, en el equivalente a acciones de una compañía, y con unas ventajas evidentes de liquidez y de garantías (además del simple hecho del acceso) frente a alternativas como, por ejemplo, el equity crowdfunding. Después de todo, llevamos siglos considerando las compañías como compuestas por un montón de pedacitos llamados acciones que pueden ser vendidas al mejor postor y conllevan unos derechos determinados, y lo único que cambia en este caso es el desarrollo tecnológico de la idea, al utilizar una cadena de bloques para asegurar la trazabilidad y para anclar los smart contracts corespondientes.

¿Pero qué ocurre si aplicamos el mismo principio a activos menos… «convencionales»? ¿Y si tokenizamos, por ejemplo, una canción? Eso es, ni más ni menos, lo que propone Royal.io: si adquieres tokens que representan una parte de los derechos de una canción, podrás ganar dinero si, eventualmente, la canción adquiere fama, genera derechos de autor, y en consecuencia, el token multiplica su valor. O Masterworks, que propone tokenizar obras de arte y, por tanto, dinamizar la inversión en ese mercado y dar acceso a quienes pretenden invertir cantidades pequeñas con las que nunca podrían plantearse adquirir una obra de arte completa. ¿Prefieres obras menos convencionales, más vinculadas al pop art o a la cultura contemporánea, y poseer un pedacito, por ejemplo, de un ejemplar del primer comic de Marvel en el que salió Wolverine? Entonces, Otis podría ser tu alternativa. ¿Propiedades inmobiliarias? ¿Por qué no?

Y como esos ejemplos, surgirán muchísimos más, porque podremos plantearnos tokenizar todo aquello que pensemos que puede tener sentido tokenizar.

¿A dónde puede llevarnos un modelo como este?

 

Fuente: Enrique Dans

Videos Nuevos

YouTube video
YouTube video
YouTube video

Buscador

Seguinos