Baterías: Anatomía de Una Revolución

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Es, sin duda, uno de los grandes mitos de la transición energética: el supuesto problema que suponen las baterías. Los comentarios surgen en todo tipo de foros, y plantean cuestiones que van desde el miedo a que haya que reemplazar las baterías de un vehículo eléctrico y el enorme coste que ello supuestamente supondría, al qué vamos a hacer con todas esas baterías cuando haya que reemplazarlas, dado que, según ellos, son «peligrosísimas» o «terriblemente contaminantes».

El mito sobre el precio de las baterías tiene un origen muy claro: hace años, efectivamente, las baterías eran caras, su durabilidad era más reducida, y su rendimiento más deficiente. Sin embargo, como ocurre habitualmente en tecnología, la última década ha visto descender el precio de las baterías de ión de litio en un impresionante 88%, y esa progresión dista mucho aún de haber tocado fondo. En 2020 logramos descender del estratégico umbral de los $100/kWh, un 13% con respecto a 2019, y eso contando todavía con que la tecnología del futuro siga siendo la de ión de litio, algo que no tiene en cuenta otras tecnologías sumamente prometedoras.

Además, cuando hace una década muchos creían que el problema de un vehículo eléctrico sería cuando llegase el momento de sustituir sus baterías, ahora sabemos, gracias a la experiencia, que ese problema, sencillamente, no existe: las baterías no solo duran mucho más de lo que pensábamos, sino que se disponen a superar ampliamente la duración media de los automóviles que las llevan: la batería que dura dieciséis años o dos millones de kilómetros ya existe, CATL está preparada para fabricarlas, lo cual superaría ampliamente la garantía que actualmente ofrecen sobre sus baterías fabricantes punteros en este ámbito como Tesla (ocho años o 150,000 kilómetros).

La segunda parte del mito hace referencia al problema de reciclar las baterías, o de la supuesta contaminación que generan, algo radicalmente falso. El origen del mito comienza con la obtención del litio, que habitualmente se llevaba a cabo mediante minería a cielo abierto, con un fuerte impacto ambiental. Sin embargo, cada vez más, se busca etiquetar el litio como verde, y obtenerlo mediante otros métodos muchísimo más sostenibles y, sobre todo, más baratos.

Actualmente, el litio se obtiene principalmente de minería a cielo abierto, como en Australia, o de depósitos subterráneos de sal bajo la superficie de lechos de lagos secos, en países como Bolivia, Chile o Argentina. El proceso en la minería a cielo abierto requiere el uso de combustibles fósiles, es agresiva con el paisaje, requiere una gran cantidad de agua y libera unas quince toneladas de dióxido de carbono por cada tonelada de litio. Por el contrario, la extracción de litio de aguas geotérmicas, en lugares como Cornualles, Alemania o los Estados Unidos, tiene una huella ambiental mucho menor, y muy bajas emisiones de carbono.

Además, tradicionalmente, se criticaba que las baterías de litio de muchos de los dispositivos que utilizamos no se reciclaban, sino que se convertían en basura electrónica. Esto se debe, simplemente, a que el pequeño tamaño de las baterías de un dispositivo de electrónica de consumo y la escasa cantidad de litio que contienen llevaba a que no resultase rentable reciclarlas, algo que es completamente diferente en el caso de las baterías de los vehículos eléctricos.

Es absolutamente falso que el litio sea un material contaminante o que su reciclaje suponga un problema. Las baterías muertas se reciclan, y además, interesa hacerlo. La tecnología para hacerlo, además, evoluciona y se hace cada vez más eficiente. Como tal, el litio es estable, y no se quema en el transcurso de ninguna reacción como ocurre con los combustibles fósiles. Cuando la batería de un automóvil comienza a ser menos práctica debido a la disminución progresiva de su capacidad de almacenamiento, simplemente se dedica a otros usos, habitualmente estacionarios, como destinarla a plantas industriales o centrales eléctricas. Cuando finalmente ya no cumple su función, generalmente bastante tiempo después, se tritura y se convierte en material para fabricar nuevos cátodos, en un proceso que aprovecha el 95% del peso de una batería.

Las baterías, sean para vehículos eléctricos, para almacenamiento de energía en el hogar o como sistema de acumulación para centrales eléctricas, son una clave fundamental para entender el futuro de la energía. El liderazgo que varias compañías han planteado en torno a esas tecnologías que posibilitan baterías más baratas y eficientes es un determinante fundamental para entender elementos que van desde la fortuna de Elon Musk, a la competitividad de los países. Cuanto antes empecemos a aparcar mitos absurdos e infundados sobre las baterías y a entender los factores que determinan su evolución en el futuro, mucho mejor para todos.

 

Fuente: Enrique Dans

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