El Gran Declive de la Pobreza a Través del Tiempo

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“Él contó el caso de una mujer cuyos dos pequeños hijos, congelándose y al borde de morir de hambre, habían sido atrapados robando comida. Cuando un policía llevó a los niños a casa, encontró a la mamá con otros seis niños literalmente apretados en un pequeño cuarto trasero, sin más muebles que dos sillas de fibra en las que habían desaparecido los asientos, una pequeña mesa con dos patas rotas, una tasa rota y un plato pequeño. En la chimenea casi no había una chispa de fuego, y en otra esquina yacían tantos trapos viejos como los que llenarían el mandil de una mujer, estos servían para toda la familia como una cama”.
—Friedrich Engels, La condición de la clase trabajadora en Inglaterra.

Para la clase trabajadora británica, la incapacitante miseria durante las etapas iniciales de la Revolución Industrial significaban un sufrimiento que los ciudadanos de las naciones modernas y altamente desarrolladas difícilmente podrían imaginar. Ser pobre durante esa época era sufrir de una exposición crónica al frío, la humedad, y a las condiciones de vida poco higiénicas, a la malnutrición sin cesar, a la enfermedad, y a condiciones de trabajo sorprendentemente peligrosas.

Antes de la industrialización ampliamente difundida, incluso los comerciantes ricos, la aristocracia con tierras y la realeza vivían vidas que, de muchas maneras, se sentirían terriblemente inadecuadas según los estándares modernos. Las élites ricas puede que hayan tenido acceso a grandes pedazos de tierra, poder, privilegio y consideración y respeto de sus contrapartes y subordinados. Sin embargo, incluso la nobleza carecía de acceso a las garantías, amenidades y lujos más básicos de la vida moderna.

Jorge III (1760-1820) puede que haya gobernado un Imperio, aún así el rey no tenía acceso a agua verdaderamente limpia, la comunicación instantánea, las bases de datos descentralizadas, las medicinas efectivas, las anestesias modernas, al cuidado dental moderno, los viajes intercontinentales rápidos, la electricidad barata, las vacunas, el aire acondicionado, la calefacción central, y mil otras ventajas que damos por hecho hoy.

Liberar la aparentemente ilimitada energía del carbón y aprovechar su potencial químico para conducir a los motores de vapor desató la mayor transformación en la civilización humana desde la Revolución Agrícola. Durante 15.000 años antes de la Revolución Industrial, los humanos lucharon para producir un superávit de productos, materiales, y más importante todavía, alimentos. La pobreza pre-industrial resultó en vidas demoledoras y cortas.

Antes de la industrialización, la mortalidad infantil británica era de más de 43 por ciento y más de 900 mujeres murieron en el parto por cada 100.000 nacimientos. Más de 89 por ciento de población vivía en la pobreza extrema, y menos del 13 por ciento de la población estaba alfabetizada. Para casi todos, la vida pre-industrial era una ardua lucha por la supervivencia que no se parecía en nada al escenario romántico de Downton Abbey. Entre 1800 y 1900, la industrialización gradualmente mejoró los estándares de vida en Occidente, reduciendo la pobreza e incrementando el acceso a todo desde el agua limpia hasta los alimentos, la educación y la atención médica. Conforme los estándares de vida mejoraron, también cambió nuestra definición de la pobreza.

Hoy, es posible ser pobre en EE.UU., Canadá, Australia, el Reino Unido, y otras naciones desarrolladas mientras se tiene acceso a un teléfono móvil, una casa protegida con calefacción y aire acondicionado, un carro barato, una refrigeradora, una televisión, una laptop, acceso al Internet y a cuidados médicos avanzados. En el Reino Unido, el Grupo de Acción de Pobreza Infantil señala que “3,2 millones de niños en el Reino Unido no tienen acceso a una vacación de una semana al año” —algo que hubiese sido inaudito en los 1800s y difícil de conseguir hasta hace tan poco tiempo como hace 70 años.

La misma agencia estima que 100.000 niños en el Reino Unido carecían de tres comidas al día, o de un abrigo cálido para el invierno, lo cual para los estándares de 2020 es realmente inaceptable. Pero mientras que el número este número es alto, las comidas saltadas y la ropa inadecuada para el invierno eran algo común en la era pre-industrial. Eso no significa que la vida en Occidente en general y en Reino Unido en particular es perfecta o que los problemas no existen. Sin embargo, es importante notar que la industrialización de manera consistente ha reducido la prevalencia de la pobreza extrema mientras que ha continuado elevando la vara para definir las diversas formas de la pobreza.

Ahora veamos el mundo como un todo. El acceso al agua limpia, a los alimentos, la educación, la energía, el fertilizante, la agricultura avanzada, las vacunas y la atención médica moderna, la ciencia, la tecnología, el Internet, y la democracia —todas facilitadas a través de la riqueza que el mercado libre genera— mejoraron los estándares globales de vida con una velocidad sin precedente. La libertad, en otras palabras, ha hecho más para mejorar la calidad de vida de las personas en los últimos 200 años que lo que han logrado cualquier otro sistema o herramientas durante los últimos 15.000 años. Como resultado de esto, la mortalidad infantil cayó desde más de 43 por ciento a menos de 4 por ciento, mientras que se duplicó la expectativa de vida para cada humano en el planeta. Hemos levantado la tasa de alfabetización global desde 12 por ciento a más de 86 por ciento y reducido la pobreza extrema desde más de 89 por ciento a menos de 9 por ciento.

Finalmente, considere la siguiente comparación. En 1800, la expectativa de vida en el Reino Unido era de 38,6 años, el PIB per cápita era de $3.280. Para 2019, la expectativa de vida en el Reino Unido era de 81,1 años, y el PIB per cápita era de alrededor de $40.000. Con 59,2 años de vida, la expectativa de vida de Somalia, que ahora es el país más pobre del mundo, es más de 20 años más alta que aquella del país más rico del mundo hace 220 años atrás. Nuestro objetivo como individuos y como una civilización debe ser comprender esas condiciones que derivaron en el florecimiento humano —y que nos llevaron a utilizar el conocimiento y las herramientas a nuestra disposición para promover su propagación todavía mayor.

Fuente: Human Progress

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