La Edición de Genes Es una Tecnología Verdaderamente Milagrosa: Debemos Aprovecharla al Máximo

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La noticia de una nueva consulta gubernamental no provocaría más que una expresión de disgusto. Sin embargo, cuando se trata de la edición de genes, podría ser el comienzo de algo realmente emocionante. Y si, como ha insinuado, el Secretario de Medio Ambiente decide adoptar un régimen normativo más liberal para el Reino Unido, no sería nada malo.

Hasta ahora, los científicos y agricultores británicos se han visto limitados a la hora de experimentar con cultivos editados debido al enfoque excesivamente cauto de la UE. El Brexit ofrece la oportunidad de ir en una dirección diferente.

¿Qué es la edición genética? En su forma más simple, significa alterar el código genético de un organismo. A diferencia de la modificación genética, no implica la inserción de ningún material genético nuevo, sino que se trata de seleccionar las características deseables que pueda tener una planta y fomentar su expresión.

Otra forma de pensar en la edición genética es que es simplemente lo que los agricultores han estado haciendo durante miles de años, sólo que acelerado. Del mismo modo que un agricultor de cereales puede intentar obtener variedades de trigo que produzcan muchos granos, la edición genética puede acelerar este proceso, llegando al mismo destino, pero mucho más rápido y a menor coste.

De hecho, aunque los beneficios de la edición de genes son numerosos, una de sus aplicaciones más prometedoras es cómo podría utilizarse para proteger el entorno natural.

La aplicación más obvia de la edición genética en los cultivos es el aumento del rendimiento. Seleccionando los rasgos que promueven el crecimiento, las plantas pueden ser diseñadas para obtener la máxima cantidad de producto para cualquier acre de tierra. En la práctica, esto podría significar tomates más grandes o más fresas.

¿Por qué es esto bueno para el medio ambiente? Principalmente, significa que podemos cultivar los alimentos que necesitamos en menos espacio. Las tierras cultivables que ya no se necesitan para la agricultura podrían repoblarse con árboles y convertirse en hábitat para criaturas salvajes. Este aspecto de «ahorro de tierras» que podría desencadenar la edición genética es probablemente el mayor beneficio medioambiental que podemos obtener de la adopción generalizada de plantas editadas genéticamente.

Pero las ganancias potenciales no terminan ahí. La edición genética podría ayudarnos a seleccionar toda una serie de características deseables, que pueden contribuir a mejorar el medio ambiente.

Podríamos, por ejemplo, diseñar cultivos que necesiten poco o ningún fertilizante para crecer. Dado que la producción y aplicación de fertilizantes genera emisiones de gases de efecto invernadero y disminuye la calidad del aire y del agua, cuanto antes podamos prescindir de ellos, mejor.

En una línea similar, los cultivos podrían mejorarse para que sean más resistentes a las plagas o enfermedades. En teoría, esto podría anular la necesidad de usar pesticidas, fungicidas u otras sustancias que los agricultores utilizan para mantener a raya las amenazas. Esto supondría un respiro para varias especies de polinizadores, actores fundamentales para muchos ecosistemas, que actualmente se ven atrapados en el fuego cruzado de los productos químicos con demasiada frecuencia.

De hecho, las plantas podrían modificarse para que sean más resistentes no sólo a las plagas, sino también al clima. Los cultivos que pueden tolerar climas más cálidos y secos en ciertas zonas, y los que pueden hacer frente a los diluvios, sólo serán más importantes a medida que el clima cambie debido al calentamiento global. Esto podría ser una buena ventaja en el Reino Unido, o un salvavidas en los países en desarrollo, donde el fracaso de la cosecha puede ser literalmente la diferencia entre la vida y la muerte.

Sin embargo, las virtudes de las variedades más robustas de los cultivos no se limitan al momento de su crecimiento. Una vez recogidos, surge otro problema: el potencial de desperdicio de alimentos. Cuando los alimentos se pudren, producen gases de efecto invernadero, y aproximadamente el 8% de las emisiones antropogénicas mundiales de gases de efecto invernadero proceden del desperdicio de alimentos, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Una forma novedosa de evitarlo es prolongar la vida útil de los productos perecederos, algo a lo que podría contribuir la edición genética.

Por último, la edición genética de plantas también tiene un papel que desempeñar fuera del sistema alimentario. Los institutos de investigación ya están estudiando cómo modificar los organismos para que puedan ayudar a reducir la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. Un bosque de árboles editados genéticamente, con capacidades mejoradas para secuestrar el carbono extra y encerrarlo en sus raíces, troncos y ramas, representa una forma ingeniosa, aunque ligeramente excéntrica, de abordar el cambio climático de frente.

Sin duda, habrá quienes se opongan a cualquier relajación de las normas actuales. Los activistas anticientíficos se apoderaron de Bruselas y harán todo lo posible por apoderarse también del nuevo Westminster independiente. Pero el Gobierno no debe dejarse amedrentar por sus esfuerzos.

La edición genética es perfectamente segura y, al proteger el medio ambiente, puede ayudar a prevenir peligros reales, sobre todo los causados por el cambio climático.

 

Traducido por el Equipo de Somos Innovación

 

Fuente: CapX

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