La Interesante Interacción Entre el Machine Learning y el Correo Electrónico

person holding black iphone 5

Hace unos cuatro o cinco años, en torno al 2015 ó 2016, Google comenzó un movimiento estratégico, posiblemente de los más importantes que ha llevado a cabo en sus más de veinte años de existencia, para incorporar machine learning y reconceptualizar todos sus productos en torno al uso de esa tecnología. Su CEO, Sundar Pichai, considera el machine learning como una tecnología brutalmente disruptiva, tanto como pudieron ser en su momento el fuego o la electricidad, y se propuso introducir la tecnología en la compañía a todos los niveles, formando a la totalidad de sus trabajadores en ella.

Unos años después, ¿qué podemos observar? Creo que el correo electrónico, una herramienta que todos utilizamos de forma bastante habitual, es una forma interesante de comprobarlo. ¿Qué cambios hemos notado a lo largo de los últimos años en una herramienta como Gmail, por ejemplo? Para mí, el cambio más notorio y más práctico es, sin duda, el funcionamiento del filtro anti-spam: cada día recibo una cantidad importante de spam, imagino que como todo el mundo, pero aunque sigo revisando esa carpeta para ver si se ha escapado ahí algo que no debería, lo cierto es que cada vez la reviso de manera más rutinaria y superficial: francamente, ni recuerdo la última vez que encontré en esa carpeta algo que no fuese realmente spam. Tampoco recibo spam que lo sea de manera obvia en mis carpetas principales: desde hace ya bastante tiempo, todo el spam se va directo a su carpeta, donde lo reviso a grandes rasgos y lo elimino sin más.

Hace no tanto tiempo, esto no era así, ni mucho menos: mensajes de spam aparecían en mis carpetas, necesitaba etiquetarlos como tales, o tenía que revisarla para asegurarme de que no eliminaba algo que no debiera ser eliminado. Sigo recibiendo mensajes de príncipes africanos variados, de abogados que me notifican la muerte de un familiar con mi mismo apellido del que me corresponde una herencia millonaria, anuncios de pastillas para mantener mi erección durante horas, y notificaciones sobre ingresos en bitcoin en cuentas que no tengo y en las que presuntamente tengo que identificarme para cobrar… pero ya no veo más que el título del mensaje, un instante antes de darle al botón de eliminar.

También he notado una importante mejora en el tiempo que tarda Gmail en entender que algo es spam para mí, aunque no lo sea como tal. Tras enviar al spam un par de veces, por ejemplo, una nota de prensa de una agencia que no me interesa (la gran mayoría, la verdad), ya no la vuelvo a ver aparecer en mi bandeja de entrada, un proceso de aprendizaje que antes llevaba más tiempo y que, en ocasiones, me llevaba a crear una regla para ello. Ahora, si añadimos además la función que anula la suscripción a listas de correo a las que yo nunca me uní, ni me acuerdo de la última vez que hice una regla de ese tipo. Desde hace ya bastante tiempo, el spam es un problema que prácticamente ha desaparecido de mi consideración, y al que no dedico prácticamente ningún tiempo, a pesar de ser una persona con una gestión de correo sensiblemente compleja.

El último detalle interesante son las frases con las que Gmail me ofrece autocompletar mis correos cuando los escribo: el llamado smart compose, una función que Gmail comenzó a ofrecer en 2018, funciona de una manera tan inteligente que roza lo preocupante, y te lleva constantemente, sobre todo cuando estás contestando, a preguntarte cómo diablos puede saber Google lo que yo estaba pensando en decirle a una persona determinada. Una función que nunca pensé que llegaría a ser práctica, y a la que sin embargo, me encuentro dándole uso en cada vez más ocasiones. Desde hace tiempo, el corrector ya no solo me notifica de typos, sino que se ha convertido en un corrector gramatical con bastante buen criterio – algo muy útil cuando escribes con frecuencia en tu segundo idioma.

Gmail es mi gestor de correo principal desde hace mucho tiempo, mucho antes, por ejemplo, de que estuviese autorizado a usarlo en mi compañía. En Gmail tengo mi archivo de correos electrónicos desde el año 2004, algo que resulta verdaderamente impresionante cada vez que pienso en los poquísimos correos que borro y en lo impresionantemente fácil que me resulta localizar uno antiguo cuando lo necesito. Pero la incorporación de machine learning a su funcionamiento no solo es que me parezca acertada e impresionante… es que hace muchísimo más difícil que pueda, en algún momento, llegar a plantearme sustituirlo por algún otro gestor. Cuando pienso en la molestia que supone, por ejemplo, que Gmail se empeñe en ponerme anuncios cuando lo utilizo desde mi smartphone (en los que aseguro que no haré clic jamás, aunque me anuncien algo que lleve deseando toda mi vida), me planteo antes pagar por el producto para eliminarlos, que la posibilidad de utilizar algún otro.

El machine learning puede aportar mucho, muchísimo, al uso que hacemos de un producto. Pero sobre todo, puede construir ventajas competitivas que generen fidelidad al usuario, y que le hagan darme cuenta, como me ocurre a mí desde hace tiempo, que cambiarse a otro producto de otro competidor no tendría absolutamente ningún sentido. Y creo que la aplicación de machine learning a Gmail llevada a cabo por Google es una buena prueba de ello.

¿Coincide esto con vuestra experiencia, o soy solo yo que tengo mucha suerte (o que soy muy predecible)?

 

Fuente: Enrique Dans

Videos Nuevos

YouTube video
YouTube video
YouTube video

Buscador

Seguinos