Non-Fungible Tokens, o el Supuesto Valor de la Unicidad

Escribir sobre non-fungible tokens o NFTs produce indudablemente una sensación extraña, como de «me estoy perdiendo algo», muy similar a la que se te queda en muchas ocasiones cuando recorres un museo de arte moderno y ves un cuadro en blanco o una cama sin hacer. Y en realidad, hablamos de la misma cosa, de algo que siempre ha representado el valor en el arte, simplemente llevada al ámbito de lo digital: el valor de la unicidad.

Cualquiera, por unos pocos euros, puede comprar una lámina con «La noche estrellada» de Van Gogh y ponerla en la pared de su casa. Sin embargo, solo una persona o un museo pueden poseer como tal el original de «La noche estrellada» pintado por Van Gogh en 1889, al que se atribuye un valor incalculable. Hasta aquí, todo bien: cualquiera puede entender la diferencia entre un original y una reproducción o una copia, y atribuir al primero un valor que el segundo no tiene.

El problema es cuando intentamos llevarnos el concepto a lo digital: a todos los efectos, en el mundo digital, un original y una copia son completamente idénticos, y como tales, indiscernibles. O al menos, lo eran, hasta que a alguien se le ocurrió hacer que no lo fuesen vinculando el original a una transacción en una cadena de bloques, habitualmente en Ethereum debido a su versatilidad – aunque otras cadenas de bloques ya tienen su propia versión del tema – y, por tanto, convertirlo en un «objeto» «único». Si, ya sé: cuando tienes que poner varias palabras entrecomilladas en una misma frase, es que pasa algo raro. Y en efecto, pasa. Pasa porque ni el objeto es tal objeto, sino un intangible conjunto de bits, y porque lo único que lo hace único, valga la redundancia, es el hecho de estar anclado en esa cadena de bloques.

¿Que es un NTF? Básicamente, cualquier cosa que quieras anclar a una cadena de bloques y vender como única. Empezaron utilizándose – y hablamos sobre ello – en aparentes juegos como los Criptokitties en diciembre de 2017, que conseguían unir dos de los elementos más comentados en la red, la cadena de bloques y los gatitos, en una aplicación que permitía obtener gatitos con diversos atributos cuya unicidad estaba garantizada por la cadena de bloques, y que por tanto, podían ser comprados o vendidos como objetos únicos. Todo muy bien… hasta que alguien pagó $172,000 por uno. La ilustración que acompaña a esta entrada, de hecho, es «Everydays: The First 5000 Days», un collage de cinco mil imágenes creadas por Mike Winkelmann, conocido como Beeple, que se propuso hace años crear una imagen cada día, y ahora ha decidido ponerlas todas juntas, anclarlas en Ethereum, y vender esa obra digital en Christie’s en una subasta que superó los sesenta y nueve millones de euros.

Sí, ya lo sé: es digital, y por tanto, puedes tranquilamente irte a la página de Christie’s o al artículo del Washington Post que he enlazado más arriba, descargarte la imagen y ponértela de fondo en el escritorio de tu ordenador. Perfectamente. Pero eso sí… no será el original. Podrá, si lo descargas con la resolución adecuada, ser idéntico a todos los efectos, pero no será el original. El original se diferencia por una anotación en la cadena de bloques de Ethereum. Que no afecta a su aspecto ni a ninguna de sus características, salvo a una: lo hace valer sesenta y nueve millones de euros – al menos, mientras aparezca alguien dispuesto a pagarlos.

¿Cualquiera puede poner lo que quiera en la cadena de bloques y venderlo? Sí, pero seguramente, pocos conseguirán que les paguen algo por ello. Los Kings of Leon están haciéndolo con un disco. Jack Dorsey lo ha hecho con su primer tweet. Grimes está vendiendo vídeos. Y muchos más, tratando de aprovechar un cierto nivel de fama para definir algo, lo que sea, como único, y encontrar a alguien que esté dispuesto a pagar por ello. Es lo que tiene el mercado.

¿Tiene sentido? ¿Acaso lo tiene pagar por una pintura en blanco o por una lata de excrementos? Ya lo sabemos: si alguien logra definirlo como arte y dotarlo de una cierta unicidad, aparentemente sí. Ahora, además, sabemos que puede llegar a tener sentido incluso si lo haces con un objeto digital. ¿Qué pasa si el mismo artista toma otra copia de su obra, la ancla en otra transacción en Ethereum, y la vuelve a vender? Nada, simplemente es un objeto diferente, como quien compra litografías de una tirada limitada. Su valor seguirá siendo el que el mercado diga. Así de sencillo… o así de alucinante. Y no, no te estás perdiendo nada. Es lo que hay.

 

Fuente: Enrique Dans

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