Vacunas y Negacionismo Tecnológico

white and black labeled bottle

A medida que las campañas de vacunación siguen avanzando en casi todo el mundo empieza a ponerse de manifiesto que si al principio el problema que teníamos era de oferta, de falta de vacunas, ahora la historia ha cambiado, y empezamos, en numerosos países, a tener un problema de demanda: un significativo grupo de personas que rechazan vacunarse o que no completan su pauta, y que ponen en peligro el objetivo de alcanzar la inmunidad de grupo.

El negacionismo tecnológico es un fenómeno bien estudiado a lo largo del tiempo. Pero que en una sociedad en la que el acceso a la información es cada vez más sencillo, millones de personas, influenciadas por un escaso grupo de irresponsables idiotas decidan poner en peligro no solo su vida, sino la posibilidad de erradicar la pandemia, es algo completamente inaceptable, que debería considerarse una infracción a las reglas de la vida en sociedad.

Tras la administración de miles de millones de vacunas, ¿qué hemos aprendido? Lo primero y más importante, que funcionan, y además, fantásticamente bien: ninguna vacuna es 100% efectiva, pero las desarrolladas para el COVID-19 se acercan mucho a ello. Un 99.992% de las personas vacunadas esquivan completamente la enfermedad, y del escasísimo 0.008% que la contraen, la pasan de manera completamente asintomática o sin ningún tipo de complicación. La consecuencia de esto es evidente: la práctica totalidad de las muertes actuales por COVID-19 tienen lugar entre personas no vacunadas. Si ser negacionista de las vacunas es ya de por sí una solemne estupidez, ese dato por sí solo debería ser bastante como para convencer a los que mantengan sus peregrinas teorías: no vacunarse supone el riesgo de morir, así de sencillo.

No, las vacunas no te convierten en magnético, y si de verdad eres tan tonto como para creerte el truco de pegar una cucharilla a la piel sudada, deberías seriamente hacértelo mirar. Tampoco llevan ningún microchip, ya no solo porque no existen microchips que puedan tener una utilidad razonable y capacidad de transmisión de datos y que puedan ser administrados mediante una inyección, sino porque, además, sería imposible inyectar uno a cada persona cuando las vacunas vienen en viales multidosis. ¿Cómo saber si has conseguido atrapar uno con la jeringuilla en cada dosis, o ninguno, o varios? ¿Cómo alimentar ese hipotético chip? ¿Cómo leerlo?

No, ninguno de los estúpidos mitos que se intentan difundir sobre las vacunas es cierto: ni son «experimentales» (han sido experimentadas y no se han ahorrado medidas de seguridad en ellas), ni modifican tu ADN (no traspasan la membrana del núcleo), ni ninguna otra tontería que alguna mente peregrina haya podido imaginar. Son, simplemente, una extraordinaria historia de éxito obtenida en un tiempo récord, la prueba de que la ciencia es capaz de estar a la altura cuando se la necesita, y sobre todo, un avance extraordinario de cara al futuro, en el que se utilizarán para curar una amplísima variedad de enfermedades de todo tipo, incluidas la malaria, el cáncer o muchos problemas cardiovasculares. Hablamos de una tecnología, la del ARN mensajero, sorprendentemente sencilla de fabricar masivamente y que va a cambiar el mundo tal y como lo conocemos. Ya puestos a ser negacionistas, sería mucho más práctico no serlo con respecto a la tecnología que, con una elevada probabilidad, pueda servir para salvar tu vida.

Pronto estarán disponibles nuevos tipos de vacunas, que seguramente tendremos que recibir durante un tiempo con cierta regularidad, y que todo indica que, además, pueden mezclarse entre sí con buenos resultados. El negacionismo debe ser acorralado, ridiculizado como se merece, y sobre todo, puesto bajo control. En los Estados Unidos, mientras los idiotas antivacunas se dedican a atacar en sitios como Yelp a los bares y restaurantes que exigen prueba de vacunación para acceder al local, son ya muchas las compañías que se plantean obligar a sus empleados a estar vacunados para poder seguir trabajando en ellas, y la ley está de su lado: 117 empleados de un hospital en Houston que habían denunciado a su empresa por obligarlos a vacunarse han visto cómo el juez no solo rechazaba su denuncia, sino que la ridiculizaba punto por punto, argumento por argumento.

Como siempre ocurre con el negacionismo, sus argumentos pierden fuelle y se demuestran como radicalmente falsos a medida que pasa el tiempo. Pero en el caso de la pandemia, tiempo es precisamente lo que no tenemos. El negacionismo debe ser atajado, aislado y neutralizado, como comportamiento completamente incívico e inaceptable que es.

 

Fuente: Enrique Dans

Videos Nuevos

YouTube video
YouTube video
YouTube video

Buscador

Seguinos