Cerrando la Grieta: La Urgencia de Nuevas Inversiones Nucleares

A finales del año pasado, el Gobierno británico publicó una serie de documentos sobre sus planes para hacer frente al cambio climático.

El White Paper sobre la Energía detalló cómo impulsar la economía Net Zero del futuro, mientras que la Estrategia Nacional de Infraestructuras dio forma a las ideas para suministrar los activos necesarios. Antes de eso, el Plan de 10 Puntos para una Revolución Industrial Verde estableció propuestas y objetivos para la descarbonización de varias industrias, y un informe del Tesoro analizó cómo el panorama político actual está ayudando o dificultando los esfuerzos para limpiar la economía.

Al ser el segundo sector más emisor de la economía británica, responsable del 23% de las emisiones de gases de efecto invernadero, la descarbonización del suministro energético será fundamental para lograr el Net Zero. Ya se ha avanzado mucho en este sentido, con una reducción de las emisiones del 62% respecto a los niveles de 1990. Son varios los factores que han impulsado este impresionante cambio, pero destacan dos:

En primer lugar, la electricidad en Gran Bretaña es ahora notablemente menos contaminante. Esto se explica por el crecimiento de las energías renovables (que ahora generan más de una cuarta parte de la electricidad británica) y la correspondiente desaparición del carbón (que ahora apenas representa un 2%). Como resultado, en 2012, cada kilovatio de electricidad generada supuso la emisión de 507 gramos de dióxido de carbono, pero en 2020 esa cifra se había reducido a 169gCO2/kWh.

En segundo lugar, Gran Bretaña consume mucha menos electricidad de la que consumía antes, gracias a los electrodomésticos, bombillas y otros aparatos más eficientes. De hecho, el consumo de electricidad alcanzó su punto máximo en 2005 y desde entonces tiende a la baja, con niveles de consumo equivalentes a los de mediados de la década de 1990, a pesar de que la economía y la población son mayores.

En conjunto, cabe esperar que el camino del suministro energético hacia el Net Zero sea razonablemente sencillo. Las energías renovables seguirán aumentando su cuota de generación, el consumo seguirá disminuyendo y, según el argumento, las emisiones se reducirán a la nada. Aunque pocos lamentarían un futuro así, lo más probable es que no se produzca.

Aunque las energías renovables han hecho grandes progresos, siguen teniendo sus inconvenientes. Quizá el mayor obstáculo para las energías renovables sea la eterna cuestión de cómo almacenar la electricidad que producen, para que las luces sigan encendidas cuando el viento no sopla y el sol no brilla. Al igual que las energías renovables, la tecnología de las baterías ha avanzado a pasos agigantados -y, según todos los indicios, seguirá mejorando-, pero incluso los mayores defensores de las energías renovables reconocen que aún no están preparadas para proporcionar el almacenamiento estacional cuando la demanda es máxima y la producción renovable, mínima. El análisis de nuestro nuevo informe del Centro de Estudios Políticos muestra cómo la eólica y la solar proporcionaron menos del 20% de la demanda diaria de electricidad en 82 ocasiones distintas en 2020, incluyendo un período de más de una semana en agosto y una semana en noviembre.

Además, la tendencia a la disminución del consumo de electricidad pronto se invertirá, a medida que se acelere la electrificación del transporte, la calefacción y los procesos industriales. Cualquier aumento de la eficiencia en el futuro se verá compensado con creces por este aumento de la demanda, y si Gran Bretaña quiere satisfacerla adecuadamente, necesitamos tener la capacidad de producir suficiente electricidad.

Para ello, el Gobierno ha apostado decididamente por la energía nuclear, con el objetivo de llevar al menos un proyecto a gran escala hasta el punto de decisión final de inversión para el final de este Parlamento. Ya se está construyendo una central nuclear, Hinkley Point C, y se han planteado otras, pero los planes mejor trazados se han estrellado a menudo contra los distintos retos que plantea la financiación de estos proyectos.

Las centrales nucleares son caras y complicadas, lo que hace que el coste del capital sea extremadamente alto, incluso cuando el Estado interviene para acordar precios garantizados para la electricidad que acabarán generando. Para superar esta situación, el Gobierno ha mostrado su interés en utilizar un modelo denominado Regulated Asset Base (RAB) para impulsar la financiación privada de las infraestructuras energéticas.

Con un modelo de RAB, los promotores de centrales nucleares podrían imponer una tasa regulada de forma independiente a los usuarios de electricidad a cambio de construir una central nuclear. Lo más importante es que las tasas entrarían en vigor antes de que comenzara la generación de electricidad, lo que reduciría el riesgo y, por tanto, el coste del capital para los inversores. En teoría, ese ahorro de costes debería repercutir en última instancia en los consumidores en forma de electricidad más barata.

Sin embargo, el modelo RAB no está exento de detractores. Algunos han comparado la forma en que permite a los promotores cobrar a los consumidores por adelantado con un cheque en blanco, algo que se vuelve más problemático si se tiene en cuenta el irregular historial de la industria nuclear en cuanto a la entrega de proyectos a tiempo o dentro del presupuesto.

Ciertamente, es una crítica válida. Pero, como explicamos en nuestro nuevo informe, hay formas de evitar que se cumplan los peores escenarios. Cualquier acuerdo final debería incluir límites sobre lo que los consumidores o los contribuyentes podrían tener que pagar si los costes se exceden. Hay que insistir en la transparencia del proyecto, para permitir el escrutinio de los parlamentarios y otros organismos. Por último, será fundamental realizar una evaluación objetiva y rigurosa de la relación calidad-precio, idealmente teniendo en cuenta sólo la forma en que un acuerdo podría influir en los futuros costes energéticos y en la progresión hacia los objetivos climáticos (y no los hipotéticos y fácilmente manipulables «beneficios económicos» que algunos han pedido).

También existe el argumento de que el modelo RAB sólo se utiliza para proyectos que son réplicas exactas o muy cercanas de plantas existentes, en lugar de plantas más arriesgadas «primeras en su género».

El sistema energético británico es una especie de huevo curado. Se ha descarbonizado enormemente y, sin embargo, se encuentra en una extraña situación en la que la incapacidad de tomar decisiones en el pasado reciente ha puesto al gobierno actual en una posición poco envidiable. Debe equilibrar simultáneamente la ambición de una profunda descarbonización con la seguridad del suministro, sin quebrar a los consumidores o a los contribuyentes (o incluso poner un límite a la actividad económica).

La energía nuclear -financiada con un modelo RAB- podría ser la salida a ese enigma energético. El Gobierno hace bien en darle una audiencia justa.

 

Traducido por el Equipo de Somos Innovación

 

Fuente: CapX

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