El Largo Hilo del Declive en las Horas de Trabajo

person playing sewing machine with white sewing machine

Las personas se quejan de que estamos todos trabajando demasiado y que el progreso humano no tiene sentido si tenemos que trabajar y esforzarnos para lograr nuestros actuales estilos de vida. Dicen que estaríamos mejor reduciendo nuestros deseos y volviendo a algún tipo de vida al estilo del jardín de Edén. El problema es que la vida edénica nunca existió. De hecho, a lo largo del último milenio, la humanidad ha estado trabajando cada vez menos. Y unos mil años es probablemente suficiente tiempo para afirmar que trabajar menos es una tendencia, no un sobresalto.

Para comprender las horas de trabajo es importante reconocer dos cosas. Primero, los hogares (algunas sociedades definen los hogares como unidades que contienen solo padres y niños, mientras que otras extienden la definición a primos y sobrinos, etc.) son las unidades económicas centrales que deberían discutirse. Segundo, el trabajo se da en dos sabores: el trabajo doméstico y el trabajo en el mercado. El trabajo doméstico incluye la preparación de alimentos, el cuidado de los niños, la limpieza, y cualquier otro trabajo dentro de la casa. El trabajo en el mercado genera dinero y productos que se pueden intercambiar por cualquier producto y servicio que el hogar no produce. La “carga laboral” sobre el hogar es la suma del número de horas destinado a esos dos tipos de trabajo.

Los trabajos de mercado y domésticos pueden sustituirse entre sí. Los niños pueden ir al pre-escolar, y los alimentos pueden ser comprados ya preparados. De igual forma, la ropa puede ser comprada de una fábrica, o pueden ser elaborada en casa. Las personas suelen utilizar la opción que les consigue el bien o servicio deseado con la menor cantidad de trabajo. Como mostraré más adelante, el efecto neto de los cambios en esos dos tipos de trabajo determina la oferta total de trabajo del hogar. O, para decirlo de manera menos formal, determina cuánto tiempo tiene que trabajar la gente para obtener lo que quieren. Una vez que esos dos tipo de trabajo son sumados, una tendencia declinante en el número total de horas de trabajo se vuelve evidente. Considere este reporte del Banco de la Reserva Federal de Boston:

“Específicamente, documentamos que el tiempo libre para los hombres aumentó entre 6 a 8 horas por semana (liderado por un declive en las horas de trabajo en el mercado) y para las mujeres entre 4 a 8 horas por semana (liderado por un declive en las horas de trabajo productivas en la casa)”.

Y eso solamente para el periodo entre 1965  y 2003. Una mirada más detenida al siglo 20 sugiere que las horas de trabajo en el mercado cayeron para los hombres y aumentaron para las mujeres. El auge de las horas de trabajo femeninas fue precipitado por la innovación tecnológica y un simultáneo declive en el número de horas de trabajo en el hogar. Las horas de trabajo en casa cayeron considerablemente para las mujeres y, menos dramáticamente, para los hombres. El efecto neto de los cuatro procesos fue que las horas libres aumentaron, y las horas totales de trabajo cayeron, tanto para los hombres como para las mujeres.

En su ensayo de 1930 “Posibilidades económicas para nuestros nietos”, el economista inglés John Maynard Keynes predijo que el próximo siglo traería consigo una era de prosperidad. También predijo que las personas trabajarían menos y tendrían más tiempo de recreación. Keynes resultó tener la razón. Pero muchos lectores modernos, quienes se topan con la predicción de Keynes de una semana laboral de 15 horas, se preguntan por qué todavía están registrando 40 horas semanales en la oficina. La respuesta es que el trabajo que matamos fue el trabajo doméstico realizado en gran medida por las mujeres.

Un autor estima que tomaba 60 horas por semana de trabajo físico para mantener en operación un hogar en 1930. Hoy, toma tal vez 15 horas. Esos números no son exactos, pero cuando considera la lavadora, el horno de gas, la aspiradora, los alimentos preparados, y la plancha a vapor, la cantidad de trabajo eliminado en el hogar es inmensa. Una de las charlas TED de Hans Rosling recuenta cómo la lavadora le proveyó libros. Según el físico sueco, una vez que la lavadora liberó a su madre del lavado de ropa, ella tuvo más tiempo para leerle. El economista surcoreano Ha Joon Chang dice que la lavadora —con la cual se refiere a todas las tecnologías que ahorran trabajo en el hogar— cambiaron el mundo más que el Internet.

Pero la alineación de trabajo no empezó en el siglo 20. En su nuevo libro (The Fabric of Civilization que se publicó en noviembre de 2020), la escritora estadounidense Virginia Postrel estima que tomaba alrededor de 365 días enteros de trabajo para hilar una vela de vikingos. Días y días de trabajo para crear suficientes hilos para tejer un pañuelo y semanas para elaborar un par de jeans. Los Vikingos utilizaron el huso para hacer hilo —una tecnología básica que los humanos han utilizado por milenios. La rueda giratoria, que en parte mecanizó el proceso, arribó a Europa alrededor del siglo 11 o 12 DC.

Luego vino la Revolución Industrial, primero con la Jenny Giratoria, que fue seguida de la Mula de Crompton y un sinnúmero de otros derivados. Estas máquinas progresivamente automatizaron lo que demandaba una cantidad terrible de tiempo y fue una tarea doméstica casi exclusivamente femenina por siglos. El historiador económico Brad Delong notó que cuando las mujeres de cualquier clase aparecían en la literatura más antigua, siempre hay referencias a su hilado. Para cuando las novelas de Jane Austen a fines del siglo 18 y principios del siglo 19 DC, el hilado nunca es mencionado —porque para ese entonces todo este se realizaba en fábricas.

Todos tenemos más tiempo libre ahora que nuestros ancestros. Tenemos más tiempo para hacer lo que deseemos y menos necesidades que nos obligan a hacer lo que tenemos que hacer. Pero este resultado maravilloso del progreso humano es oscurecido por el hecho de que, en gran medida, es el trabajo doméstico el que ha sido automatizado de esta manera. Ciertamente, la Roomba puede que no sea un gran salto hacia adelante, pero es simplemente la última repetición de un proceso que empezó hace mil años en el pasado. Y no hay señal de que este llegue a su fin.

 

Fuente: El Cato

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