La tramitación de la ley sobre neuroprotección, así como la reforma constitucional que consagraría los neuroderechos, avanzan en el Congreso con la posibilidad de convertir a Chile en el 1er país que legisla en esta materia, no obstante, caben dos preguntas pendientes ante el hecho de que las neurotecnologías aún no alcanzan el desarrollo que les permita poner en riesgo los derechos fundamentales, a saber: ¿Se trata se derechos realmente nuevos? ¿Vale la pena legislar?
La primera cuestión ha sido abordada en la literatura jurídica asomando más de una duda, pues los derechos al libre albedrío, privacidad y autonomía por ejemplo, aun cuando existiere la posibilidad de que, a través de las neurotecnologías, pueda vulnerarse la privacidad, anular la autonomía individual, entre otras, se trataría de cuestiones ya reguladas, pero enfrentadas a las nuevas circunstancias, por tanto, ha de adaptarse la legislación ya existente a nuevos supuestos.
Precisamente, la instalación de dispositivo cerebro-computador, tiene apenas algunos antecedentes, por tanto, más lejos aún se vislumbra un futuro muy próximo en el que estos artefactos sean instaurados para manipular las acciones personales, “reprogramar” o “formatear cerebros” y anular la voluntad, así como también están en estado muy prematuro, de ensayo y experimentación, los dispositivos de lectura y escaneo cerebral que permitirían descifrar el pensamiento y otras innovaciones que suenan a utopía futurista de cómic o literatura de ficción.
No obstante, no sería un precedente nuevo el advenimiento premonitorio de estas innovaciones, como también es una realidad, que estos tempranos avances distan mucho de concretar realidades como las que se han descrito y que, fundamentalmente, las previsiones del derecho deben encontrar y regular realidades, constantes y probadas, lo cual, no permite despejar del todo las dudas sobre la preexistencia de estos derechos en la actual Constitución Política.
Fuente: Ciudadano Austral & El Pingüino
